viernes, 30 de julio de 2010

Un buen día

Un buen día despiertas y notas cómo los estragos de una mala noche te moldean la cara. Aprecias lágrimas jugueteando con unas desconcertadas legañas, como si vieran invadidas el espacio que habitualmente habitan a esas horas. Tu cabeza duele más de lo normal. Tus manos temblorosas recapacitan ante la ausencia de aire fresco en la habitación. Y tu mente empieza poco a poco a comprender que no todo ha sido un mal sueño sino más bien un día más de tantos que te han tocado vivir.
Un buen día decides ponerlo todo patas arriba esperando que el caótico desorden en el que te has convertido empiece de una vez por todas a concederte un momento de serenidad. Ya has tirado la toalla y comprendes que ni con esas eres capaz de encontrar el descanso. Todo se vuelve turbio. Todo se ha convertido en nada. Pero todo vuelve una y otra vez a noquearte con un simple parpadeo matutino.
Aun así hay que seguir adelante. Has luchado mucho para alcanzar lo que ya no tienes, así que por qué no seguir caminando un poco más para al menos dejar de sentirte despreciable.